Príncipe azul
Reflexiones Opiniones

EL PRÍNCIPE AZUL NO TERMINA DE MARCHARSE

En los tiempos actuales, lo habitual cuando se hace un libro de novela romántica es intentar empoderar a la protagonista femenina. Es lógico, puesto que la literatura nos da un espejo en el mirar a la sociedad y que esta cambie, y la progresiva lucha por la igualdad de género hace que sea necesario establecer una gran variedad de ejemplos en los cuales mirarse. Incluso aunque históricamente no sea creíble encontrar determinadas actitudes excepcionalmente actuales en personajes que viven en épocas pasadas. Pero para eso está la literatura; para hacernos soñar sin tener que mirar al detalle la veracidad.

Lo que me ha llamado la atención a lo largo de mis lecturas es que, en realidad, no se empodera tanto a las mujeres como en un primer momento se nos indica. Y esto es muy, muy remarcable dentro de las novelas de romántica actual y romántica paranormal/fantástica.

Cuando nos presentan a una de estas protagonistas femeninas, que generalmente cuentan la historia en primera persona, tenemos acceso directo a todos sus pensamientos y emociones. Y en líneas generales, todas tienen un trabajo (que suelen odiar) y una vida que consideran mediocre, pero con puntos de luz como sus amigos y su familia.

Y es entonces cuando aparece… ¡El salvador! ¡El libertador! ¡Aquel que luchará contra el monstruo de la banalidad y las convertirá en las reinas que siempre fueron!

Vamos a ver… ¿no se suponía que ellas solitas deben ser capaces de ser independientes? No estamos hablando solo del nivel económico, sino que yo esperaría que fueran capaces también de valerse solas para encontrar un cierto equilibrio emocional. Pero no.

Un gran número de galanes (no vamos a decir que todos, porque entre miles de libros, siempre hay excepciones), tienen unas posibilidades económicas maravillosas. Son millonarios, dueños de empresas, yates, mansiones o directamente islas. Llevan a sus amadas a vivir experiencias y aventuras únicas. En definitiva, siguen siendo los príncipes de siempre, pero renovados.

Lo más normal en este tipo de novelas es que el galán te lleve a dar una vuelta en su helicóptero.

Eso en el plano económico, porque en el emocional… puff, ahí sí que se convierten en auténticos cavernícolas. Es muy frecuente encontrar al personaje masculino que, amparado en un trauma de la infancia o en unos celos frutos del amor tan abrasador que siente por su amada, aprovecha para imponer su voluntad en los aspectos más tontos, porque ellos tienen la razón en todo. Eligen la comida, los destinos de vacaciones, y la casa en la que se vive.

Una comida romántica en la que él lo decide todo.

Si tienen los medios económicos, tienen el poder. En los casos más llamativos (que son de los más famosos) controlan las llamadas, las amistades, e incluso el puesto de trabajo, que por regla general la chica deberá abandonar para cuidar del palacio de su amado y de sus hijos. Y todo eso con una sonrisa en la boca. Vamos, que siguen siendo las princesas cuya única ventaja es su increíble belleza.

Porque, eso sí, todos son guapísimos. Ellos y ellas. Cuando hay disyuntivas entre dos galanes, los dos son increíblemente apuestos y bien dotados. Y la chica siempre es una preciosidad oculta bajo una aparente indiferencia por el aspecto físico que suele sortearse fácilmente con escenas a lo Pretty Woman en las tiendas caras. Es poco habitual encontrar una atracción entre estos personajes que no los deje totalmente noqueados en cuanto entra en juego el factor “mira que guapo que soy”.

Todas son bellezas ocultas que salen a relucir en cuanto se invierte dinero en ellas.

Vamos, que se pretende encontrar personajes femeninos fuertes e independientes, y lo que suele ser habitual es caer en la idea de la dama que espera a su guerrero salvador, que aparte de un físico impresionante, no suele poder aportar nada más que dinero a la relación. A nivel práctico, la vida está solucionada, pero…

Nos cuesta salir de los arquetipos. Está bien para el mundo literario, pero hay que tener cuidado para que determinadas actitudes que son claramente insostenibles no se conciban como habituales e incluso, como muestra de amor, cuando lo único que demuestran es una inseguridad en las relaciones sólidas y una necesidad patológica de someter a la pareja.

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