Este libro llegó a mis manos como una segunda colaboración propuesta desde La buhardilla del pícaro, una que nos sorprendió por lo alejado del género al que pertenece la historia de lo que más solemos reseñar, que es fantasía y ciencia ficción. No obstante, no nos cerramos a nada, y dado que en la carrera sí que había leído con gusto novelas costumbristas como Doña Pepita, recayó en mí leer y reseñar este trabajo, salido de la pluma de Juana Mateos. Y debo reconocer que no me arrepiento.
Lo que la editorial cuenta
A principios del siglo XX, en el mundo rural de criados, labradores y señoritos, comienza la historia de amor entre Jaime, hijo de los terratenientes, y una sirvienta que se queda encinta. Al enterarse Dª. Jacinta, señora de las tierras, echa a la muchacha sin contemplaciones. La joven criada se refugia en una casa semiderruida cerca de la villa donde viven los labriegos de la finca.
Nace un hermoso niño que, con los años, es la viva imagen de su padre. Las lenguas comentan el parecido y llega a oídos de doña Jacinta. Ante el inminente matrimonio de Jaime con una joven adinerada, Dª. Jacinta envía a su hijo a solventar el problema del mocoso, antes de que llegue a oídos de la familia de su futura nuera.
Las consecuencias de tal desafortunado encuentro marcan el comienzo de una historia llena de intriga, venganza y superación personal.
Lo que te contamos nosotras
Por dentro, esta es la historia de una concatenación de injusticias que van marcando la vida de un puñado de personajes, trabajadores y señores en unas tierras situadas en un rincón de Murcia. El protagonista principal es un niño bastardo, hijo del señorito caprichoso y de una criada, a quien su abuela quiere eliminar para que no dañe la reputación de su familia. Este niño sin nombre tiene una personalidad amoldada por las situaciones que le toca vivir, pero en la que destacan su afán por superarse y por no caer en la desesperación. Él es el único que muestra un temperamento gris, que va y viene entre la nobleza y la ruindad; el resto de personajes, sin embargo, no dejan de transitar continuamente en la luz o en las sombras, lo que hace que la novela se enmarque dentro de cierto maniqueísmo, algo necesario si se tienen en cuenta las características esenciales del género costumbrista, que tiende sobre todo a la condensación y a la sencillez de argumento. Uno de los detalles más bonitos del libro es que estos personajes, en especial los benévolos, se pueden encontrar en todas las clases sociales, dando a entender que buenas personas las hay en todas partes.
El ambiente, como corresponde a una novela de este tipo, está magistralmente retratado. Desde las primeras páginas, el lector puede evocar la atmósfera opresiva del campo a principios del siglo XX, donde todo permanece estancado y los que ostentan el poder tienen siempre la última palabra. El espacio que domina en la mayor parte de la trama es la casa solariega de doña Jacinta, con su patio que rodea las vidas de todos a modo de cárcel y sus estancias, mínimamente descritas, pero marco de todas las conversaciones que hacen continua referencia a ellas.
El tiempo, por su parte, no es lineal, sino que da los saltos necesarios para remarcar cada una de las partes de la novela, haciendo que estas parezcan flashes de la vida del protagonista, periodos contados a tiempo real. En definitiva, el tratamiento que la autora da a estas dos dimensiones narrativas acentúa el minimalismo y la contención con la que la historia es narrada, y son aliciente para el mantenimiento del ritmo y de la intriga de la trama.
Por fuera, la forma elegida por la autora para contener la historia demuestra su pericia a la hora de escribir literatura. Por un lado, la trama se articula en torno a tres partes que marcan perfectamente el recorrido del protagonista, cada una con una extensión de capítulos dispar (desde la 1º parte, que solo tiene dos, hasta la 3º, en la que se incluyen cinco), pero acorde a la complejidad de lo que se narra. Juana Mateos sabe cómo distribuir la tensión narrativa para que el lector siempre quiera saber un poco más, con lo que el interés no decae en ningún momento.
Por otro lado, la novela se acerca mucho a la forma del teatro; es casi un diálogo continuo, en el que los personajes se van presentando y caracterizando según sus acciones y sus palabras. Apenas hay descripciones, pero las que aparecen, casi acotaciones, nos permiten imaginar el escenario con todo lujo de detalles. La cicatriz es, en este sentido, un canto a la economía del lenguaje, a decir más con menos, a condensar en favor del ritmo narrativo.
Por su parte, la voz narrativa elegida es la 3º persona, pero la autora sabe igualmente adaptarla a cada momento de la trama, desde el omnisciente narrador que todo lo sabe, a uno enfocado en el punto de vista del protagonista o que se pasea de un personaje a otro, creando momentos de incertidumbre que mantienen al lector en vilo.
Valoración general
La cicatriz es una novela costumbrista que nos habla de injusticias y de venganzas, todo ello envuelto en una forma muy cuidada, que acompaña a la historia y potencia los momentos cruciales de la trama, con diálogos directos y vivos que permiten retratar magistralmente la época y contribuyen a crear un ritmo lector que atrapa desde las primeras líneas.
LO MEJOR: La caracterización de todos los personajes a través de sus palabras, y el equilibrio entre personajes bondadosos, malvados y grises. Son las notas que contribuyen a dotar esta historia de un realismo difícil de superar.
LO PEOR: La presentación de algunos personajes cuyas historias nos interesan, pero que después no tienen ningún peso narrativo en la historia.
¡AVISO, SPOILERS! EL FINAL DE LA HISTORIA
Bueno, el final de La cicatriz, a mi modo de ver, es inmerecidamente amargo. Está claro que Guillermo debe pagar el precio de su venganza, pero acaba juzgando a Soledad con la misma dureza con la que la sociedad los juzgó a él y a su madre, y eso es algo que rompe con el perfil del personaje. Me parece que alguien que robó y mintió para sobrevivir no tiene derecho a reprochar nada a quien, por supervivencia, toma la decisión de amancebarse. Este punto es una mácula en un personaje al que se le ve, al final de todo, cierta vileza, sobre todo cuando se revela de qué manera accedió a la casa para llevar a cabo su venganza.