¿Vida eterna? ¿Juventud eterna? ¿Eterna vulnerabilidad? ¿Qué es lo que más te fascina del personaje del vampiro?
Que este es uno de los seres que más ha dado para hablar y crear es algo que no puede dudarse. Las historias de vampiros formaban parte de la tradición popular hace generaciones. En la actualidad, es uno de los arquetipos de personaje que más juego dan en campos que van desde la literatura infantil a la romántica. Arquetipo de corte fantástico, pero que trasciende las clasificaciones literarias para adaptarse a las necesidades de una obra, dando un toque de magia, de terror, de romance, o de ternura (sí, sí, por raro que parezca), según las circunstancias.
Gracias a los antecedentes de Bram Stoker y otro montón de autores que siguieron su estela, el vampiro en la literatura reúne unas características básicas que se mantienen a lo largo de las historias. Después se da la interpretación personal del escritor, pero en líneas generales, se pueden citar estos aspectos como los desarrollados más ampliamente:
Elegancia y educación
Da igual si se trata del gran Drácula de Bram Stoker, o de un personaje creado para convertirse en el galán de una serie como El descubrimiento de las brujas. Los vampiros no pueden ser zafios, porque parte de su estrategia de captación de víctimas pasa por la seducción. Y la seducción viene ligada a la elegancia. Aunque hay algunas historias donde se quiere remarcar el lado más primario y salvaje, en líneas generales el vampiro es presentado como un ser extremadamente culto, bien educado y capaz de mantener un refinamiento de modales y formas que contrasta con el proceso de alimentación que debe seguir: la civilización máxima frente a los instintos más básicos de la caza.
No se suele presentar ningún vampiro que haya desperdiciado su inmortalidad viviendo como una bestia salvaje, sin disfrutar de veladas musicales, obras de teatro, formación universitaria y un amplio conocimiento de varias lenguas y saberes que, curiosamente, siempre vienen al caso cuando se trata de resolver la trama. Incluso los vampiros niños (ya hablaremos en un apartado posterior de este asunto) tienen una capacidad de concentración y un refinamiento en su forma de actuar que parece connatural a su naturaleza vampírica. De hecho, y como punto de interés, un vampiro que no haya cultivado este aspecto en sus tratos con el resto de la comunidad vampírica es considerado un ser inferior por sus congéneres. Ejemplo de ello lo encontramos en las Crónicas vampíricas, donde Lestat, más zafio que el aquelarre de Armand, es tratado prácticamente como un bufón por su poco refinamiento.
Sensualidad como atractivo
Lo más habitual es encontrar descripciones de vampiros en las cuales se muestren como seres absolutamente perfectos. El arquetipo de vampiro no caza como un animal salvaje. Es refinado hasta para seducir a sus víctimas, y atraerlas gracias a su aspecto físico. ¿Es quizás acaso un recordatorio de que no es oro todo lo que reluce? ¿Un aviso de la época de la narración oral para jóvenes que podían ver perdida su honra o su vida por dejarse seducir por el hechizo de la belleza física?
En cualquier caso, el vampiro prototipo suele ser absolutamente perfecto, de tal manera que los humanos se ven indefensos ante un ataque que comienza con su sola presencia. No citaré aquí ningún ejemplo. Baste decir que es el caso de la práctica totalidad de novelas románticas en las que el protagonista es un vampiro.
Encuentros con la mortalidad. La envidia mutua
Aunque el vampiro surge como ser superior a la raza humana, cuya principal mejora es la inmortalidad, la belleza y la excelencia física (el vampiro se cura de todo mal humano en su conversión), el arquetipo se presenta casi siempre con un anhelo por la vida perdida que le lleva a sentirse, si no fascinado, por lo menos atraído, por los humanos, más allá de considerarlos su próxima comida. El punto es que la historia del vampiro se convierte en un canto a la vida humana, con todas sus penas e incomodidades, porque desde el otro lado, advierte a los personajes humanos de que no merece la pena perder la humanidad (claro, siempre lo dice cuando es dueño de toda la perfección y poder económico y político que desee).
De igual manera, esta actitud lo acerca a la protagonista femenina humana, cuya condición imperfecta es lo que la hace deseable a sus ojos. El ejemplo obvio lo encontramos en la saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer, donde todos los vampiros “buenos” recuerdan con cariño su vida anterior y donde, por supuesto, Edward se niega a que Bella abandone su condición humana hasta que no le queda más remedio.
De esta manera se crea una situación de envidia mutua: la humana busca la mejora de su triste vida y la eternidad junto a su amado (Phoebe, en El hijo del tiempo del Deborah Harkness analiza los pasos previos a su conversión como la liberación de todo aquello que le desagrada de su vida humana); y el vampiro mira con envidia aquello que no puede comprar su fortuna, que es la vuelta a la vida tranquila, a la posibilidad de descendencia, y de envejecer como paso final (Louis de Entrevista con el vampiro, muestra esta actitud durante la mayor parte de la novela.)
Necesidad de una manada o familia. La perpetuidad de los modos de vida medievales
La mayor parte de novelas muestra al vampiro con una dualidad en su forma de vida. Por una parte, el vampiro es un ser solitario y egoísta que solo busca su propia satisfacción; pero por otra, casi todos los vampiros cuentan con una familia/manada/aquelarre o como quiera llamarse donde la lealtad es absoluta. Los lazos que los unen a otros congéneres van desde el respeto debido a un superior hasta el afecto más profundo a nivel familiar. Esto es necesario porque una de las tramas más habituales (especialmente en novela romántica) implica poner al vampiro protagonista en la disyuntiva de elegir entre su familia o su amada.
Ejemplos de este tipo de relación social básica se encuentran en numerosas novelas, como las citadas anteriormente, Crepúsculo, Crónicas vampíricas; pero para mí se ve muy bien esa complejidad que va desde la relación familiar hasta la red clientelar en la saga de El descubrimiento de las brujas, con una familia Clermont que parece sacada de la Edad Media. Del mismo modo, se puede apreciar en películas como Underworld (sobre todo, en la primera y la tercera de la saga) o bien en series como Casi humanos (que ya tiene unos cuántos años). Incluso la evolución de los personajes de Buffy Cazavampiros atendía a esta necesidad de manada, en determinados giros del guion.
Superpoderes adquiridos y cada vez menos defensa contra ellos
No tenía suficiente con ser guapo, inteligente, inmortal y tener todo el dinero y el poder que desee. No. El vampiro, además adquiere poderes sobrenaturales en su transformación para convertirlo en un ser más letal todavía. Bien sea la lectura del pensamiento, la capacidad de hipnosis, la supervelocidad (esta es todo un clásico), transformación en murciélago, capacidad de volar, adivinación… la lista es larga y se adapta a las necesidades de la historia en la que se desenvuelve. Y en contraposición…. En contraposición, cada vez se les conceden menos puntos débiles. Ni estacas, ni luz del sol, e incluso la comida ya no es un impedimento. Cada vez se utilizan más como superraza y menos como un monstruo dentro del arquetipo clásico.
Los adorables vampiros infantiles
Norma número uno de la mayor parte de historias: no conviertas a un niño. Son difíciles de contener, siempre hay un desequilibrio entre la evolución mental, que sí que avanza, y el desarrollo físico, que está estancado. Pero son unos personajes infantiles que dan mucho juego, porque representan las pesadillas y los miedos y cómo poder superarlos. El clásico de clásicos fue El pequeño vampiro, que además recoge el espíritu de los personajes infantiles alemanes, con un mundo interior bastante desarrollado y muchas ganas de aventura. Los vampiros infantiles son curiosos, pero también son extremadamente independientes. Que para algo son los señores de la noche. Así que se mueven por castillos, tumbas… o colegios o institutos. Las gemelas vampiras (Las hermanas vampiro en el título que Netflix ha puesto a la serie), por ejemplo, viven su vida con todas las hormonas humanas pertinentes, y un buen trago de sangre de vez en cuando por aquello de seguir con el papel de vampiresas. Pero siempre tienen ganas de hacer amigos, porque son buenos elementos para hablar de integración, de tolerancia y de cualquier buen valor que se quiera inculcar a los más pequeños de la casa. De las últimas historias en este sentido que he hojeado, Un vampiro extraordinario, que trata de cambiar su eterno negro por una vestimenta más alegre en rosa chillón, refleja muy bien las dobles lecturas que se pueden conseguir en este campo dentro de la literatura infantil. Los lectores más jóvenes reconocen fácilmente este personaje arquetípico y lo hacen suyo.
La reflexión daría para mucho más. Porque vampiros hay tantos como historias. Desde el planteamiento más siniestro de La fuerza de su mirada, de Tim Powers, hasta el descaro de la saga creada por Charlene Harris. Y puedes mantenerte dentro de la ortodoxia más pura del arquetipo. Pero siempre es divertido pensar en cuántas caras puede tener este personaje fantástico de rancio abolengo.
¡Por si acaso, mantened cerca vuestra ristra de ajos!