Hacía mucho que mis lecturas versaban todas sobre género fantástico o de ciencia ficción, un canasto donde caben historias que suelen tener en común muchos personajes, tramas enrevesadas y acción trepidante. Por eso, en esta ocasión, me apetecía hacer un parón, leer algo tranquilo y diferente, así que elegí la novela romántica de Pablo Montera, que hacía algún tiempo había contactado con el equipo de La buhardilla del pícaro. El resultado: un buen rato con una historia que dibuja una sonrisa y transmite buenas vibraciones. Os cuento por qué.
Lo que la editorial cuenta
Cole, un informático por vocación, salva a Kara, cirujana del hospital Lenox Hill, de un atraco a mano armada en una noche de septiembre bajo una farola en Manhattan. La novela transcurre en un año de relación, pero dentro de ese año, transcurren dos vidas enteras.
En toda la narrativa vas a acompañarlos, a conocer su historia y a sus amigos, cada uno, con un estilo muy distinto: un jugador de football americano, una profesora de música clásica, un informático y una amiga borde que trabaja en marketing y su novia.
En toda esta historia se van desatando poco a poco temas entrelazados de amores, desamores, desconfianza, lealtad, muerte, vida, unión, soledad y traición. Dos vidas totalmente diferentes, se unen por el destino.
Lo que te contamos nosotros
Por dentro, tal y como apunta la sinopsis oficial, esta es la historia de Cole, un joven informático que se está recuperando de una situación personal de fracaso absoluto en compañía de sus mejores amigos, quienes le brindan la oportunidad de vivir en Nueva York. Una tarde, casi de casualidad, interviene en un atraco y salva la vida de una mujer, Kara, que resulta ser una talentosa cirujana. Ella insiste en quedar con Cole, él está nervioso, pero siente que debe conocer a Kara… y tenemos la historia universal que a todos nos gusta leer de vez en cuando. Esto es, en esencia, Bajo la luz de Manhattan, un drama romántico que bucea en la vida de estos dos personajes, en cómo han afrontado un pasado que les ha marcado y cómo se conceden la oportunidad de volver a ser felices.

Cole y Kara son los protagonistas ideales. Él es atento, algo inseguro pero muy dulce, y desde el principio se le notan las ganas de querer. Su punto de valentía es también muy chic: no duda en intervenir cuando ve una situación de injusticia, lo que lo hace muy entrañable. Ella es una mujer hecha a sí misma, que desprecia el materialismo y quiere ayudar a los demás. Juntos, van a protagonizar momentos que hemos visto una y otra vez, y que aun así nos encantan. Y es que la novela está llena de situaciones arquetípicas, desde las citas con momentos desastrosos y divertidos, hasta las mañanas de compras con las amigas, las cenas de gala con baile o los planes en pareja que a todos nos gustaría hacer alguna vez en la vida.

Y, junto a nuestros protagonistas, no puede faltar el ramillete de amigos de lo más dispar: tenemos un jugador de fútbol americano famoso y rico, una profesora de música a la que le contarías cualquier secreto, el amigo ligón y juerguista, la amiga borde que aparece en el momento más inoportuno… Juntos, llenan de color la vida de Cole y Kara, los ayudan a crecer y los acompañan. Nunca pasan de ser secundarios, pero su presencia es necesaria para que la historia romántica que el autor nos quiere contar tenga profundidad y se perciba más realista.
Por último, es necesario mencionar el peso que la ambientación tiene en toda la historia. Bajo la luz de Manhattan es un paseo por la Nueva York de las películas, en el que el autor demuestra su conocimiento de la ciudad y de la sociedad americana. En contraposición, el tiempo apenas tiene presencia, más allá de la notación de que la historia transcurre en un solo año (muy, muy intenso, a decir verdad, si se tiene en cuenta todo lo que ocurre).
Por fuera, la estructura de la novela, compuesta por 19 capítulos, divide la historia en dos partes: la primera, en la que los protagonistas se conocen y, a lo largo de las citas, nos van contando su pasado; y la segunda, en la que leemos el devenir de la pareja en tiempo real. La alternancia de voces narrativas marca muy bien el paso de los flashbacks, contados en primera persona desde la perspectiva de Cole o de Kara, a la narración tradicional en tercera persona, y hay que decir que, aunque al principio sorprende un poco la longitud de estos saltos temporales, son necesarios para comprender por entero a los personajes y sus comportamientos.

El conflicto narrativo no existe o se resuelve muy pronto, lo que confiere a la novela un tono tranquilo e intimista que le va muy bien. Además, la utilización de arquetipos situacionales propios de la novela romántica hace que el lector sepa en todo momento lo que va a ocurrir; no le queda más que disfrutar de la experiencia.
En cuanto al estilo, se nota que el autor es primerizo en estas lides. Hay un buen equilibrio entre las partes narrativas y los diálogos, aunque a veces las intervenciones de un personaje son tan largas que se convierten en capítulos enteros, dando lugar a las digresiones de las que hablábamos antes. Las descripciones, por su parte, son muy evocadoras, capaces de sumergir completamente al lector en el ambiente neoyorkino chic en el que transcurre toda la historia, a pesar de que algunas veces se incluyan detalles poco relevantes para la trama. En su conjunto, se puede vislumbrar el gran potencial del autor para contar historias.
Valoración general
Bajo la luz de Manhattan es una historia cien por cien romántica, un retrato de dos vidas que se encuentran y se reconocen mutuamente la posibilidad de ser felices. Su lectura deja un sentimiento de calidez muy necesario en estos tiempos en los que lo dramático suele marcar la pauta de las historias de amor. Como primera obra de su autor, tienen algunos aspectos mejorables, pero se intuye el gran potencial de Pablo Mortera para contarnos historias que se queden en la memoria.

Lo mejor: La ambientación de la novela, que introduce al lector de lleno en un ambiente neoyorkino chic en el que a cualquiera le gustaría perderse.
Lo peor: Algunas descripciones tienen datos superficiales que sacan de la lectura, puesto que no aportan nada a la trama. Ocurre pocas veces pero es algo molesto.
AVISO: ¡SPOILERS! EL FINAL DE LA HISTORIA
El capítulo XIX, último de la novela, actúa como un epílogo que recuerda un poco a los minutos finales de las telenovelas: la historia de amor se ha acabado con buen final, y se nos cuenta, de manera resumida, el “qué paso después”. Debo admitir que, como lectora, siempre se me despierta algo de curiosidad cuando se termina una historia, y me encuentro preguntándome qué fue de los personajes. Pero, en este caso, también me suscitó mucha tristeza ser consciente de tantas muertes, de las familias que por el covid se tuvieron que reestructurar. Personalmente, este último capítulo me ha dejado un sabor agridulce. Es el reflejo de la vida, donde la felicidad siempre es un poco melancólica, y esto se percibe sobre todo en las páginas finales, en esa visita al cementerio en el que los amigos rememoran y los fantasmas de los protagonistas aguardan el reencuentro seguro. Pura poesía.