El himno del desierto
Ciencia-ficción Reseñas

El himno del desierto I. El desierto sin fin (2023): Las murallas existen para intentar escalarlas

Recién llegada al mundillo de Instagram, un poco después de haber conocido a un grupo de escritores extraordinarios, me dijeron que estaban a punto de empezar una lectura conjunta de este libro de Eduardo D. Allen. Yo acababa de salir de una historia autopublicada bastante árida (no, no todo lo que se autopublica es bueno) y, la verdad, no tenía muchas ganas de leer una novela de ciencia ficción, y mucho menos de un autor para mí desconocido en aquel momento. Pero, como creo firmemente en el lema de todos los autores emergentes “si me das una oportunidad, te sorprenderé”, decidí dejarme sorprender. Y vaya si ha sido una sorpresa.

Lo que la editorial cuenta…

Protegida de la devastación causada por el ser humano, la última ciudad del mundo es gobernada por El Regente, ser supremo que busca mantener el ideal de una sociedad utópica controlada bajo el terror y la mentira.

Jon Keller y Helena Dawnson opondrán resistencia a su crueldad, e intentarán descubrir qué secretos se esconden en el exterior prohibido para los ciudadanos.

El choque de dos mundos distintos, así como el «adentro» y el «afuera», dará inicio tras la rebeldía de Jon y Helena, que lucharán hasta el extremo por cambiar la realidad.

La verdad, su arma más poderosa, se encuentra más allá de las altas murallas que lo encierran todo: en el desierto sin fin.

Lo que te contamos nosotras…

Por dentro, esta es la historia de Jon Keller, el hombre que despierta sin recuerdos para descubrir que es el hijo y heredero del gobernador de la última ciudad del mundo. La amnesia del protagonista es el primer recurso a resaltar dentro de esta obra, puesto que marca el ritmo de toda la historia, haciendo que lector y protagonista aúnen sus puntos de vista, explorando a la vez la extraña y asfixiante sociedad de Umbriland, y sintiendo casi desde el inicio la necesidad de sobrepasar sus inexpugnables murallas. Junto a Jon, a través de sus ojos, conocemos a personajes que de momento son meros secundarios, pero cuya fuerza hará que seguramente adquieran un papel mucho más relevante conforme la historia avance: la maravillosa Helena Dawnson, su pareja, una mujer fuerte y decidida, con una resiliencia difícil de superar (el hecho de que no entre en pánico ni monte un drama cuando el amor de su vida despierta sin recordar absolutamente nada de ella define a la perfección su carácter desde el primer capítulo); el silencioso Iván Sammat, que suscita inmediatamente nuestro interés por saber qué le ha pasado para perder la capacidad de hablar; y, sobre todo, el Regente, amo y señor del destino de todos en la ciudad, un hombre tan frío, tan calculador, que descoloca al lector por su comportamiento críptico y la cantidad de secretos que acumula más allá de su serena máscara. Unos y otros irán entretejiendo la historia de una huida y una carrera por averiguar la verdad, con una tensión creciente que atrapa sin ahogar, puesto que la historia se desarrolla de manera muy equilibrada, sin grandes giros de guion que rompan el devenir de los acontecimientos, siempre con la incógnita de si Jon conseguirá o no cumplir sus objetivos como motor que mantiene el interés del lector.

Helena Dawnson es uno de los personajes más interesantes de la novela, una luchadora nata que forma parte de los inconformistas con el orden imperante.

Y, si el tratamiento del tiempo en la novela es, ante todo, armonioso, acelerando en los momentos más monótonos y deteniéndose cuando es necesario, no es menor la pericia de Allen en el tratamiento de los espacios en los que sucede su historia. Umbriland, la ciudad- cárcel, está magistralmente descrita en las páginas de la novela, desde su tecnología puntera hasta sus oscuras instituciones. El lector puede pasear por sus calles, visitar sus sectores, incluso imaginar la vista desde la torre del Regente, puesto que todo está pensado al detalle, con una coherencia digna de los mejores autores de ciencia ficción. La ciudad, con sus murallas, es en sí misma un personaje, una presencia que se perfila en todo momento a medida que la lectura avanza, inquietando al lector y haciéndole sospechar tanto o más que la actitud de los que enseguida se identifican como los antagonistas.

Umbriland se nos presenta como un lugar cerrado en sí mismo y abotargado, pero pronto descubriremos que la ciudad encierra mucho más de lo que se percibe a simple vista.

Por fuera, la novela tiene una extensión corta: 290 páginas, distribuidas en 15 capítulos que se agrupan en dos partes, marcando de manera externa un cambio importante en el tono interno de la historia. Los capítulos tienen, a su vez, una extensión media (16-22 páginas) y cuentan con un título referente a su contenido, dos detalles que contribuyen a reafirmar aún más la sensación de que nos encontramos ante una novela de corte clásico, con reminiscencias de la elegancia de las grandes obras del género. También el punto de vista narrativo, que adopta la tercera persona como voz, pero sin abandonar en ningún momento la perspectiva de Jon Keller, es un rasgo formal que subraya este carácter clásico, a la vez que le da el justo toque de modernidad que el panorama literario actual reclama. El estilo de Allen, por su parte, es impecable; las descripciones son medidas, la narración avanza en todo momento transmitiendo el sentimiento que el autor desea, y los diálogos amenizan sin forzar la trama argumental.

Valoración general

El desierto sin fin es la primera parte de una pentalogía que recoge las mejores influencias de las grandes obras del género de la ciencia-ficción para ofrecernos una historia de resistencia ante la coacción, una distopía que podría ser muy real, donde un hombre sin recuerdos lucha por recuperar la esencia de lo que fue y por descubrir la verdad de lo que le ha pasado. Intriga, suspense y romance en dosis muy bien medidas para hilar una trama que engancha la atención del lector hasta la última página.

Jon tendrá que ser cauto a la hora de buscar respuestas sin arriesgarse a que lo silencien para siempre.

LO MEJOR: Las reacciones y comportamientos de los personajes. Empezaba a echar en falta una novela donde el protagonista “pensara”, es decir, tuviera reacciones meditadas y lógicas ante los desafíos que se le presentan. Es que una se cansa a veces de tanto personaje confuso o con reacciones de adolescente…

LO PEOR: Personalmente, lo más aburrido para mí han sido las descripciones técnicas de según qué pasajes (no entro en detalles para no hacer spoilers). Pero aclaro que esto no es porque estén mal, justo lo contrario, es uno de los puntos fuertes de la literatura de ciencia-ficción, y Allen lo cumple a la perfección. Es, simplemente, que estos detalles a mí no me interesan, por lo que tiendo a leerlos superficialmente.

¡AVISO, SPOILERS! EL FINAL DE LA HISTORIA

Con respecto al final de El desierto sin fin, debo decir que me dejó muy buen sabor de boca y ganas de saber más. Se trata, como es lógico, de un final muy abierto, pero, al encontrar a Thaellori, la primera persona “del otro lado”, se puede decir que nuestro protagonista cumple ampliamente sus objetivos, con lo que el abanico argumental de la primera parte, que consistía en sobrepasar las murallas y entrar en contacto con el mundo exterior, se cierra de forma elegante. Nos queda saber qué fue de Iván y de Helena, pero parece que la historia de estos personajes se desliga de la de Jon, algo que en el futuro añadirá complejidad a la trama, a la vez que permitirá recuperar el escenario de Umbriland, que nuestro protagonista ha dejado atrás.

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