Interdimensional: el recuerdo de Eleonor
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Interdimensional: el recuerdo de Eleonor (2023): El dolor se adormece, el recuerdo permanece

Cuando Joseph Anthoni contactó conmigo para proponerme la lectura de su libro, acepté sin dudar, siguiendo el propósito de La buhardilla del pícaro de no cerrar nunca la puerta a los autores y autoras emergentes (que bastantes puertas nos cierran en las narices a todos los que no somos conocidos). Abrí la primera página de Interdimensional… y me sumergí en un relato totalmente diferente a todo lo que había leído hasta ahora. Os cuento por qué.

Lo que el autor nos cuenta

¿Me acompañarías en el último recuerdo de mi corazón? ¿Me acompañarías a un lugar donde mis ojos no se llenen de lágrimas, donde pueda ser tu bella princesa para siempre? Tengo miedo de quedarme sola, perdida entre toda mi tristeza, tengo miedo de sentir que mis bellos ojos se llenan de lágrimas, porque me dejaste de amar con todo tu corazón, dejaste de luchar por mí, no era tan hermosa como las demás, pero siempre podré ser tu bella princesa, la misma que te abrazó, para no volver a llorar.

“Es parte de amar el llorar”, nos dice el autor en el capítulo 3 de su libro.

Lo que te contamos nosotros

Por dentro, este es un relato sin acción, sin trama, sin más personajes que la voz que se lamenta y el objeto de su lamentación. No hay tiempo ni espacio, ningún universo que ampare las palabras que el narrador va desgranando una detrás de otra. ¿Y esto por qué? Pues porque Interdimensional no es una novela, un cuento o un relato. Es un diario personal, un bello texto en el que el autor da rienda suelta a todo su dolor por la pérdida de Eleonor, haciéndonos partícipes de su tristeza primero y, poco a poco, de la superación de esa melancolía. Se podría decir que este es un libro de crecimiento personal, íntimo como un poema, directo al corazón sin pasar por los tortuosos recovecos de la mente.

El autor afirma en el capítulo 6 que “Tú volviste para amarme, pero la puerta de mi corazón estaba cerrada por el dolor de perderte”.

Por fuera, se trata de una obra de extensión muy corta (tan solo 193 páginas) que, sin embargo, se hacen más que suficientes para transmitir las emociones que el autor quiere reflejar. El texto está dividido en 20 capítulos de extensión variable, desde las tres páginas del primero hasta las trece del último, cada uno con un título que alude y resume el contenido. Una vez dentro de cada capítulo, te sumerges en una solución de continuidad donde no hay marcas de diálogo, los párrafos son largos, y el recurso más relevante es la musicalidad de las palabras.

Reflexiones como la que el autor hace en el capítulo 5 al decir “Una luz no brilla por su belleza, no se apaga por el frío, solo se pierde en la oscuridad cuando todo lo que amó se perdió en su dolor”, son la tónica general del libro.

La voz narrativa cambia de género en el capítulo 5, pasando de ser masculina a femenina, y a partir de ahí ambas se entremezclan, de tal manera que los marcadores aluden unas veces a un género y otras al otro, aunque no difieren en el contenido. ¿Podría el autor estar queriendo mostrarnos que el dolor de una pérdida no entiende de diferencias entre hombres y mujeres?

Valoración general

Esta es una obra experimental, densa a pesar de su extensión corta y muy íntima a la hora de expresar el sentimiento de dolor y pérdida. Si eres amante de la prosa poética y de las lecturas melancólicas, este libro es para ti.

Lo mejor: La belleza que encierran algunas frases, que captan toda la esencia del sentimiento de pérdida.

Lo peor: Se trata de un texto que, como poesía en prosa, contiene muchísimas repeticiones, no solo de ideas, sino de palabras y construcciones sintácticas. Esto puede sacar de la lectura a quien no esté acostumbrado al tono y los recursos de este tipo de escritura.

AVISO: ¡SPOILERS! EL FINAL DE LA HISTORIA

Bueno, Interdimensional, por sus propias características, no tiene un final en sí, sino que sigue el mismo tono en toda la narración, desde el primer al último capítulo. Poco hay que comentar entonces de la manera en la que el autor da por finalizada su obra. “Las princesas también lloran en la oscuridad” afirma de manera rotunda, y ese final abrupto es el mejor cierre que se le podía dar a esta lectura.

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